El 5 de mayo de 1917 el papa Benedicto XV invitaba a los católicos de todo el mundo a unirse en una cruzada de oración para obtener el fin de la Primera Guerra Mundial por intercesión de la Virgen. A los ocho días María Santísima les daba su respuesta a los hombres, apareciéndose el 13 de mayo a tres pastorcitos portugueses: Lucía de 10 años, Francisco de 9 años, y Jacinta de 7.
La Virgen los citó en ese mismo lugar, llamado Cueva de Iria, para el 13 de cada mes. Lucía le dijo a sus compañeros que no contaran nada en casa. Pero Jacinta dejó escapar el secreto, y el 13 de junio siguiente ya los pastorcitos no estaban solos en la cita. El 13 de julio Lucía no quería ir a la cita porque sus padres le habían reprendido, pero después Jacinta la convenció y precisamente en la tercera aparición la Virgen prometió un milagro para que la gente creyera lo que decían los niños.
Reseña del 13 de Mayo
El 13 de agosto los videntes no pudieron acudir a la Cueva de Iria, porque los habían encarcelado. El 13 de octubre, última cita, había más de 70.000 personas en el lugar de las apariciones y pudieron presenciar el milagro anunciado. La Virgen recomendó a todos los cristianos el rezo del Santo Rosario, rezar mucho y hacer sacrificios por la conversión de los pecadores. Anunció que la Primera Guerra Mundial estaba por terminar, pero que si no se dejaba de ofender al Señor, pronto comenzaría otra guerra peor que la primera, como efectivamente sucedió
El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero.
A los pocos pasos, vieron sobre una cima a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, se detuvieron. La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora.
El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto. Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.
Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación. Custodia de los secretos, Lucía ha revelado sólo dos: el primero trata de la visión horrible del infierno, el segundo de la difusión del ateísmo en el mundo a causa del bolchevismo y la segunda guerra mundial. El tercer secreto sigue siéndolo. Lucía lo ha confiado al Papa, que aún no lo ha publicado. Sobre esto es oportuno no especular, en espera de que la Iglesia se pronuncie